El jueves 24 de Octubre y el sábado 26, vivimos de cerca la gira de Maná, que nos llevó a dos noches inolvidables en Querétaro y León, donde el legendario grupo de rock mexicano ofreció conciertos que quedarán en la memoria de todos. En ambas ciudades, el ambiente estaba cargado de emoción, donde ni el frío logró menguar el fervor de miles de fanáticos que llegaron para corear cada uno de los éxitos de esta banda icónica.
Desde el primer acorde, Maná dejó claro que venía a revivir momentos que muchos llevamos en el corazón. El escenario brillaba, pero la verdadera magia estaba en la conexión que lograron con el público. Fer Olvera, con su voz intacta y llena de esa energía que nos ha acompañado por décadas, fue el puente que unió a generaciones; lo vimos cantar con el alma y, entre canción y canción, también se tomaba el tiempo de agradecer a todos por tanto amor y por permitir que Maná siga siendo la banda que representa a México en cada rincón del mundo.
Los clásicos sonaron uno a uno: "Rayando el Sol," "Oye Mi Amor," "Vivir Sin Aire," y hasta temas más recientes, lograron crear ese ambiente de nostalgia y orgullo. Al ver a la banda en el escenario, cada integrante dando lo mejor de sí, era evidente por qué Maná sigue siendo sinónimo de grandeza en el rock en español. Su profesionalismo, su entrega y esa cercanía que mantienen con su público hacen que, sin importar cuántos años pasen, siempre se sientan como nuestros.
La audiencia, desde adolescentes hasta aquellos que han seguido la carrera de la banda desde sus inicios, cantó cada verso a todo pulmón, demostrando que estas canciones no solo son parte de un repertorio: son parte de nuestras vidas, nuestra cultura, y nuestros recuerdos. Ver a Maná tocar sus temas de siempre nos recordó por qué su música sigue vigente y por qué, después de tanto tiempo, siguen siendo los grandes embajadores del rock mexicano.
Maná no solo nos hizo revivir recuerdos, sino que nos unió, en Querétaro y en León, en una fiesta de orgullo nacional. Fue un recordatorio de que su legado es eterno y de que cada canción seguirá siendo un emblema de la pasión que tienen y que compartimos. Así, entre acordes, gritos y aplausos, Maná nos dejó con el corazón latiendo fuerte y el deseo de volver a verlos.
Texto y fotografías Mariana Núñez.